martes, 15 de septiembre de 2009

Che Guevaras de cartón piedra


La lucha sindical representa, en líneas generales, uno de los episodios más gloriosos de la historia de la Humanidad en términos políticos. La agrupación de individuos luchando por sus derechos sociales y laborales, buscando humanizar las relaciones socioeconómicas bajo la égida de un armazón institucional es un sobrecogedor espectáculo. Desde luego no es algo que hayan inventado los marxistas, si bien es cierto, es el marxismo el que entrado ya el XX ha convertido en mecanismo fundamental para sus objetivos la lucha sindical. Es el marxismo, el que ha introducido en la vida del sindicato moderno el espíritu de combatividad que lo ha caracterizado que no es negativo completament. Sin embargo, varios aspectos han venido a truncar el natural carácter del sindicalismo.

En primer lugar, lejos de lo que Sorel defendía, el sindicato no ha sido para el marxismo el elemento primordial sino más bien un instrumento con el que azuzar tanto la conciencia del proletariado como la lucha de clases, pero siempre al servicio de los objetivos políticos de los partidos marxistas que los amparaban. Así las luchas sindicales, de sindicatos marxistas se entiende, no han sido luchas laborales sino más bien luchas políticas adentrándose en un contexto mucho más amplio. La fábrica, el lugar de socialización prototípico para Saint-Simon, ha sido el escenario de conflictos que más allá de responder a la voluntad de consecución de ciertos logros laborales se han encuadrado en planteamientos estratégicos de más largo alcance, azuzados y planeados por un sistema y organización tan forzadamente jerárquico como el de los partidos de corte marxista. Es decir, el primer atentado contra la lucha sindical ha sido su supeditación a planteamientos espurios y la pérdida de, eso que podríamos llamar, realismo de la lucha obrera, es decir, la consecución de mejoras en el aquí y el ahora, la solución de abusos concretos y no la lucha contra el sistema capitalista en general. El sindicalismo se convirtió en un arma de lucha antisistema más que en una institución al servicio real de los trabajadores.

En segundo lugar, aunque relacionado con este primer punto, el sindicalismo sufrió una fuerte burocratización y la dependencia con respecto a los partidos políticos fue en aumento. El sindicato ha dejado de ser un canalizador de los intereses del trabajador. La estructura sindical se esclerotiza y se convierte en un apéndice de los movimientos políticos. Así se explica que el concepto de “huelga revolucionaria” pase a convertirse en “huelga lobby político”. La huelga, símbolo de la lucha sindical, deja de estar al servicio del interés del trabajador para ser un elemento de presión, generalmente de la izquierda que ha ganado definitivamente desde hace muchas décadas el mundo obrero para sí. El sindicato no siempre fue un baluarte de la izquierda. De hecho la estructura sindical-gremial han proporcionado, al menos en España, grandes ejemplos de sindicalismo, especialmente agrario, pertenecientes ideológicamente a la derecha.

El último paso que ha dado el sindicato es, paradójicamente, su conversión o su traspaso a la estructura mental liberal-burguesa. El sindicato abandona el liderazgo del "proletariado" como clase socioeconómica y sujeto político para ser un foco de disputa de intereses individuales. Es así como el sindicato se convierte en un instrumento parcial en manos de una oligarquía de sindicalistas-políticos que buscan su medro bien económico, bien personal político. Los sindicatos vaciados de su carga ideológica e impedido para la acción por su estructura burocrática pasa a ser un instrumento en manos de sus líderes. Se abandonan las luchas laborales y sociales y sólo se retoman como gestos de oportunismo personalista. 

Se produce así una contradicción retórica en la que dependiendo de la coyuntura se apela a conceptos o bien burgueses conservadores ("paz social", "orden en la industria", etc...) o bien se recupera la terminología más propia del sindicalismo revolucionario. Esta contradicción hace, por ejemplo, que dirigentes de la clase sindical muestren su aprobación a subidas de impuestos en momentos difíciles para la clase proletaria cuando el gobierno pertenece a su universo ideológico o que aplaque el movimiento laboral espontáneo con el objetivo de salvaguardar los intereses de partido, de su partido, ante flagrantes injusticias con el mundo laboral.

Es preciso despolitizar el movimiento sindical, independizarlo de los movimientos políticos que lo pervierten y que, en definitiva, impiden la defensa de los derechos de los trabajadores. El sindicalismo ha de proceder a una tecnificación, a una depuración con el fin de convertirlos nuevamente en organizaciones al servicio de la defensa de derechos sociales y laborales. La empresa como lugar de confluencia de intereses de trabajadores y empresarios ha de contar con mecanismos conscientes de las determinaciones circunstanciales de cada factoría con el fin de solucionar satisfactoriamente los problemas reales y no generando luchas ideológicas o gestadas en el interés personal de los dirigentes sindicales. 

A los Che Guevara de pacotilla, los que enarbolan el discurso de la lucha y la revolución, a los que apelan a la "solidaridad obrera" para cubrirse el lomo, a los que figurando en la plantilla de una empresa utilizan su condición sindical para abstenerse de trabajar (cargando con ello a otros compañeros), a los que cogen todos los puentes acogiéndose a las horas sindicales, a los que menosprecian a otros trabajadores por no doblegarse a sus intereses, a los que instrumentalizan los derechos y movimientos obreros yo les digo...ya no engañáis a nadie.

3 comentarios:

  1. Excelente comentario. Podías, incluso haber hablado de aquellas agrupaciones sindicales "mayoritarias", que, de hecho no representan a más que a 2 millones de trabajadores en España.

    Pero claro, como bien has dicho, "se han convertido en un instrumento parcial en manos de una oligarquía de sindicalistas-políticos que buscan su medro bien económico, personal o politico", convirtiéndose en instrumentos al servicio del partido de turno. Y como no has de morder la mano de quien te da de comer... pasa lo que pasa, te encuentras con 2.700.000 parados (más parados que sindicalistas) sin el más mínimo atisbo de queja, sugerencia, petición o exigencia por parte de quien se supone, ha de velar por los derechos de los trabajadores.

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  2. Veo que has entendido exactamente lo que quería decir, amigo lector. Podría poner ejemplos concretos, que los hay, de como las organizaciones sindicales violan insistentemente los derechos de los trabajadores.
    Hay países en los que la relación entre los partidos políticos y los sindicatos son mucho más flexibles y, por ello, los derechos de los trabajadores están mucho más asegurados al no haber intereses espurios en las organizaciones sindicales.
    En cuanto a la desproporción entre obreros sindicados y no sindicados se puede deber precisamente a la politización de los sindicatos. Otra cosa sería si se produjeran organizaciones sindicales autónomas, no integradas en una institución nacional y jerarquizada, agrupada en momentos de negociaciones más amplias. Es decir, la elección de delegados sindicales sin mediación de sindicatos (elecciones libres) y la agrupación de estos en comisiones de negociación de carácter profesional-regional-nacional según el tipo de negociación. Así, se podrían corregir los defectos de una tradición sindical, como la española, excesivamente partidista.

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  3. Excelente artículo Carlos, dices verdades como puños. Seguiré el blog, tus reflexiones son muy interesantes. Así como Pedro está sobrevalorado, tu estás claramente infravalorado, y este blog lo demuestra.

    Un saludo amigo.

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