miércoles, 2 de diciembre de 2009

Entrevista


El director del Caleidoscopio, es decir, el mendas, entrevistado por el blog zoom180
Foto y textos de Lucía García Fernández.
Entrevista original y más fotos en: http://zoom180.blogspot.com/2009/11/prof-carlos-goni-apesteguia.html


Carlos Goñi nació en Pamplona hace 24 años. Tras cursar sus estudios en periodismo y filosofía ingresó en el programa de doctorado de la Universidad de Navarra. Compatibiliza su investigación sobre teoría política con la labor docente en la misma universidad.

Pregunta: Un joven de 24 años dedicado a la Filosofía ¿no es la crónica de un paro anunciado? ¿Por qué alguien como usted se dedica a algo con, aparentemente, tan poco futuro laboral y económico?

Respuesta: (Se ríe). Dice exactamente lo que me dijeron mis padres cuando empecé a estudiar la carrera hace siete años. Pero yo lo veo de otra manera. Hay poca gente que se pueda dedicar simplemente a lo que le gusta sin otra valoración extraña a la profesión. Yo me dedico a la Filosofía porque me gusta y porque creo que es algo que construye y aporta a la sociedad. Uno de mis maestros decía que un filósofo gana para comer…pero no para desayunar y cenar (ríe de nuevo). Lo cierto es que siendo versátil se puede dedicar a esta profesión tan bonita sin demasiados apuros. Además, el ser profesor tiene otras gratificaciones no monetarias. El mayor golpe de convencimiento viene cuando un alumno te escribe un mail entusiasmado por las clases y las dudas que le han producido no cuando se mira la cuenta corriente.

P.: Hace relativamente poco que usted da clases pero ¿nota alguna diferencia en el ambiente estudiantil respecto al que vivió usted?

R.: Efectivamente, hace poco que he abandonado la vida puramente estudiantil, sin embargo, he tenido ya tiempo para comprobar algunas diferencias. Recuerdo que en mi promoción en ocasiones casi llegábamos a las manos por nuestras diferencias en cuanto a, por ejemplo, la lectura heideggeriana de la historia de la metafísica. Tomábamos posición respecto a la disciplina y la defendíamos a muerte. Creo que ahora en pocas clases ocurre esto. Los alumnos se han vuelto más apáticos, yo creo, porque incluso la filosofía se ha mercantilizado. Con su primera pregunta lo demuestra, quien viene a esta profesión con la vista puesta en el dinero o la dignidad social, ni las obtiene, ni disfruta su estudio.

P.: Usted ha decidido dedicarse al estudio de la teoría política ¿no es la rama más “impura” de la filosofía?

R.: Lo que pregunta es una cuestión de gran importancia. Los especialistas en mi área dedicamos gran parte de nuestros esfuerzos a defendernos de las acusaciones de los más puristas que consideran que la filosofía versa, exclusivamente, acerca de cuestiones relacionadas con el ser, con la naturaleza humana…Considero que están equivocados quienes niegan el carácter filosófico del estudio de la política. En primer lugar, porque sí trata sobre el ser, pero no el ser en general sino el ser de una realidad humana tan importante como la organización de la convivencia. Y en segundo lugar, aunque relacionado con este punto, cualquier teoría política está apoyada en una determinada visión del hombre que proyecta en su modo de explicar cómo ha de organizarse políticamente una sociedad.

P.: ¿Cuáles cree que son hoy en día los principales enemigos de la teoría política?

R.: Más allá de los errores filosóficos internos a la profesión, que no expondré aquí, considero que hay tres. En primer lugar, el “purismo” ya mencionado que frecuentemente sitúa a esta disciplina en una tierra de nadie bastante incómoda. En segundo lugar, otras aproximaciones científicas a la política. Las ciencias políticas y la consideración sociológica de la política hacen que el estudio filosófico de la política se considere superfluo y no científico. Soy de los que creen que ambos tipos de estudio no tienen sólo que coexistir sino también interactuar. En último lugar, la práctica política no nos lo pone fácil. A mi en clase, en alguna ocasión, me han dicho explicando a Hobbes “nos está vendiendo su moto”. La gente recela de la filosofía política porque los políticos han convertido su profesión en el ámbito del interés y ambición personal.

P.: ¿Y no cree que es así, que el pensamiento político sólo trata de dar forma racional a intereses personales? ¿Qué cree que pueden aportar los teóricos de la política a la vida real?

R.: Sus dos preguntas atacan puntos clave, en mi opinión. En primer lugar, creo que el pensamiento político no ha de estar al servicio de ningún interés o ideología a no ser que se trate del interés por la verdad. Obviamente, y como todo en la vida, hay quienes corrompen su práctica intelectual. Desde mi punto de vista, lo que los teóricos políticos hacen es esclarecer prácticas que están ahí pero sobre las que nadie se pregunta. Poniendo sobre el tapete la racionalidad de las acciones políticas se puede juzgar sobre su validez, sobre su “objetividad”.

P.: ¿No le parece que sus planteamientos sólo sirven para el mundo académico pero en ningún modo tienen un reflejo en la práctica cotidiana?

R.: En España no estamos muy acostumbrados a que haya una sinergia demasiado estrecha entre académicos y políticos, a no ser porque algunos académicos se ponga al servicio de planes partidistas. Sin embargo, en Francia, por ejemplo, las lecturas del Presidente de la República son tema de debate nacional. Sarkozy pertenece a la derecha política pero cuando asumió la presidencia se produjo un gran debate al descubrirse que leía autores de izquierdas. Cuando quien manda en una sociedad se preocupa de lo que lee y a la gente le parece un tema de importancia estamos ante una sociedad sana y madura en la que el pensamiento político riguroso tiene el lugar que merece.

P.: Si no me equivoco usted se está especializando en el pensamiento conservador en España ya que se dedica a la obra de Gonzalo Fernández de la Mora. ¿Por qué ha decidido centrarse en este tema? ¿No le cierra muchas puertas?

R.: Cuando me plantee realizar estudios de postgrado uno de los nombres que baraje fue el de Santiago Carrillo. Sin embargo, una lectura somera de su obra me convenció de que era exclusivamente un político. El pensamiento marxista en España ha sido muy débil en lo intelectual. Sobre Fernández de la Mora, además de la posibilidad de hacer justicia a un gran intelectual hispano que ha influido más de lo que se suele reconocer en la derecha española, me fascinó el intento de reelaborar el conservadurismo en clave racional. Su concepto básico es el de “razón”.

P.: ¿Quiere decir que hasta su obra el pensamiento conservador en España no fue racional?

R.: No, no quiero decir eso. Sin embargo, la tradición conservadora española ha estado unida a grupos sociológicamente e intelectualmente clericales. Con lo cual el discurso de la derecha o no ha existido como discurso intelectual o ha sido profundamente teológico o “eclesial”. Se puede pensar en la época tradicionalista de Donoso Cortés o en la empresa conservadora más importante del pasado siglo, “Acción española”, para entender esto. Fernández de la Mora representa el intento de poner al pensamiento conservador a la altura de su tiempo. En una sociedad intelectualmente postcristiana, me parece fundamental su obra porque sólo enfrentando dos, o más, pensamientos racionales se puede hacer fructífero el discurso público.

P.: ¿Quiere decir que hay que arrancar los planteamientos religiosos en los debates?

R.: Esta cuestión es un arma de doble filo. En primer lugar, si lo que se pregunta es si la Iglesia puede o no opinar sobre el contenido y la dirección de diferentes leyes y políticas mi respuesta es que está plenamente capacitada para ello. Independientemente de si uno es o no cristiano, hay que reconocer que la Iglesia es un agente social de primera magnitud. De la misma manera que sindicatos y otras organizaciones sociales opinan sobre temas políticas la Iglesia puede hacerlo. Pensar lo contrario me parece un signo de totalitarismo peligroso.

Si, en cambio, lo que se pregunta es si en política se pueden defender planteamientos religiosos de forma confesional, no me parece lo más adecuado. Que una determinada política se autodenomine “cristiana” es un riesgo para la propia religión. Muchos de sus contenidos serán genuinamente cristianos (defensa de la vida, de la dignidad humana, de la dignidad del matrimonio…), sin embargo, habrá otras muchas que serán materia opinable y, por tanto, un foco de ataque hacia la Iglesia en cuestiones que no están relacionadas con su mensaje.

Además, y siento extenderme en este punto de tanta trascendencia, la mayoría de las “sentencias” políticas de origen religioso son racionales. Considero que la defensa de la vida no está directamente relacionada con creer o no en Dios, si fuera así no se podría sino dirigir este mensaje a los cristianos en exclusiva, sino que es un tema defendible racionalmente.

P.: “Conservadurismo”, “derecha”, “Iglesia”… ¿No se dedica usted a temas muy pop que digamos?

R.: Supongo que este forma parte de mi segundo suicidio intelectual (Ríe). Creo que el estudio riguroso y sin apasionamientos, más bien “superapasionados” por la verdad, es a la larga garantía de reconocimiento público.

P.: Parece que tiene usted una concepción muy alta respecto de su profesión ¿Cuáles considera virtudes esenciales para desarrollarla?

R.: Claro, creo que la filosofía tiene un carácter terapéutico respecto a los defectos humanos, es decir, que es una forma de vida que le hace a uno mejor. Y el estudio de la política, como parte de la filosofía, tiene gran parte de esto ya que es la parte de la filosofía que más en carne viva está, que más tiene que ver con la condición humana. Las virtudes que se requieren tienen que estar al principio pero también son algo que se va confiriendo con el tiempo. Laboriosidad, honestidad, humildad, rigor, desinterés personal y pasión por la verdad son, sin duda, las que yo considero centrales.