jueves, 30 de julio de 2009

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miércoles, 29 de julio de 2009

El error Berenguer o la inanidad institucional


Al finalizar la Dictadura de Primo de Rivera se presentó una terna de tres candidatos militares para la vuelta a la normalidad constitucional tras el periodo de excepcionalidad dictatorial. De entre los tres presentados fue seleccionado el menos capaz de ellos para esta acción política, Berenguer. Su periodo de Gobierno se basó en una vuelta a la situación situación anterior a la llegada de Primo de Rivera, es decir, una hacer "como si nada hubiera pasado". Sus principales defectos como gobernante fueron, por tanto, la ausencia de una idea global y cabal de gobierno, lo que podríamos denominar un plan político, y la ignorancia respecto a la situación que le tocó manejar. Así es como Ortega con un artículo criticando la labor de Berenguer destrozó su Gobierno e impulsó la solución republicana.

El caso Berenguer demuestra que a la política no se puede acudir sin ideas y no se trata sólo de ideologías o soluciones totales, es decir poco precisas, sino que la gobernación en una era como la actual requiere de la planificación y un conocimiento técnico superior a la de anteriores. La complejidad del mundo político y económico ha crecido de tal manera que ya no se puede actuar sin un conocimiento técnico de la misma, sin un plan preestablecido que en la medida de lo posible permita dominar los vaivenes de los impredecibles acontecimientos económicos.

Pues bien, estas verdades de perogrullo con las que no se hace sino redescubrir mediterráneos parece ser bien ignorada por los que ahora gobiernan nuestra querida Comunidad Foral. A diestro y siniestro el Gobierno navarro firma regulaciones de plantilla (los famosos ERE) y acepta el cierre de las plantas que durante décadas han sido la principal fuente de riqueza y trabajo en nuestra Comunidad. Bien es cierto que la situación no es precisamente la mejor, pero lo preocupante es cuando los cierres a los que el Gobierno accede no vienen causados por la situación económica sino por los calculados réditos económicos destilados de la relocaclización de estas plantas. En Navarra, el Gobierno está permitiendo el cierre de plantas que representan los focos de mayor productividad de los grupos multinacionales a los que pertenecen (Véase el caso de Bosch S.L.U) so pretexto de una situación económica insostenible para las empresas. Es decir, se permiten cierres bajo justificaciones falsas...de toda falsedad y conocidas por el Gobierno, por cierto.

¿Responde esto a un plan de reconversión de la economía navarra? En cuyo caso ¿los nuevos sectores sobre los que se prevé que pivote la economía navarra serán capaces de reabsorber toda la mano de obra especializada procedente de la industria? Si estos cierres, tan a la ligera permitidos, son fruto exclusivo de la crisis y no de un plan de cambio de paradigma económico en nuestra Comunidad ¿cómo se pretende reconstruir el tejido industrial navarro ante el previsible deterioro, por no hablar de parcial destrucción, que va a sufrir? Más bien, parece que como aquel militar de recuerdo patético el Gobierno de Navarra se está dejando llevar, es decir, no está haciendo aquello para lo que está, gobernar. Sin plan económico e industrial, sin una idea cabal y de futuro de la gobernación oscuros nubarrones sobre nuestro ya maltrecho cielo navarro (Para el siguiente post la farsa del mundo sindical)

jueves, 2 de julio de 2009

Rojo y blanco


Siempre me pasa lo mismo. Cada vez que me crece el pelo demasiado me cuesta decidirme a pagar 13-15 euros por cortármelo. Y el caso es que cuando finalmente decido acudir a mi peluquera de toda la vida, una estellesa más maja que las pesetas, resulta que me miro al espejo y pienso que quizá no sería necesario el corte. Sólo hay una vez al año en que no me cuesta ir...las vísperas de San Fermín. Es la única vez en que la necesidad se presenta por encima de consideraciones estéticas o económicas. Para mí es una tradición.
Los Sanfermines están cargados de pequeños gestos, de pequeños tics que se repiten de año en año y que para los que adoramos estas fiestas y llevamos nuestro pecho henchido por la condición de navarros representan parte del boato festivo. No suelen ser grandes gestos sino pequeñas tonterías. Como encontrarse el día seis con tu vecino Iosu, al que casi nunca ves, en la villavesa subiendo a Pamplona para almorzar, él en el Charlote yo en el Manolo, siempre lo mismo. Pasar a recoger a Juaniko a su portal y caminar hasta el Manolo fumando un cigarro que sabe a nervios sanfermineros y a pasta de dientes. Él primer bocado, bocadillico de lomo con pimientos, el primer trago una cerveza fresca en vaso de plástico. El pañuelo que quema atado en la muñeca y que quiere como un loco saltar al cuello. 
CHISSSSSSSST PUUUUUM, al cuello y a pasear bajo un sol de justicia y bajo grandes carcajadas hacia lo viejo, las fiestas han comenzado. Fritico de pimiento y cacharro en el Roch (el mejor frito del mundo entero desde 1898 y para mí desde que mi padre me llevaba subido a sus hombros con cara de pasmo). Canciones de San Fermín (...Pamplona seis de julio,...), jotas en la puerta del Gaucho. Las mulillas, los gigantes y cabezudos, el desaparecido Riau Riau, la procesión, la salida de las peñas, los fuegos en casa de Josemari, la comida del 7 en Sorauren, el día que se corre el encierro, el toro al lado, los estiramientos y tonterías nerviosas antes de correr, las dianas después de una noche en vela, el desayuno después del encierro, los pacharanes en el Milton con sandrita.
Siempre lo mismo, siempre la misma ilusión, nunca las mismas ganas. VIVA SAN FERMÍN