jueves, 2 de julio de 2009

Rojo y blanco


Siempre me pasa lo mismo. Cada vez que me crece el pelo demasiado me cuesta decidirme a pagar 13-15 euros por cortármelo. Y el caso es que cuando finalmente decido acudir a mi peluquera de toda la vida, una estellesa más maja que las pesetas, resulta que me miro al espejo y pienso que quizá no sería necesario el corte. Sólo hay una vez al año en que no me cuesta ir...las vísperas de San Fermín. Es la única vez en que la necesidad se presenta por encima de consideraciones estéticas o económicas. Para mí es una tradición.
Los Sanfermines están cargados de pequeños gestos, de pequeños tics que se repiten de año en año y que para los que adoramos estas fiestas y llevamos nuestro pecho henchido por la condición de navarros representan parte del boato festivo. No suelen ser grandes gestos sino pequeñas tonterías. Como encontrarse el día seis con tu vecino Iosu, al que casi nunca ves, en la villavesa subiendo a Pamplona para almorzar, él en el Charlote yo en el Manolo, siempre lo mismo. Pasar a recoger a Juaniko a su portal y caminar hasta el Manolo fumando un cigarro que sabe a nervios sanfermineros y a pasta de dientes. Él primer bocado, bocadillico de lomo con pimientos, el primer trago una cerveza fresca en vaso de plástico. El pañuelo que quema atado en la muñeca y que quiere como un loco saltar al cuello. 
CHISSSSSSSST PUUUUUM, al cuello y a pasear bajo un sol de justicia y bajo grandes carcajadas hacia lo viejo, las fiestas han comenzado. Fritico de pimiento y cacharro en el Roch (el mejor frito del mundo entero desde 1898 y para mí desde que mi padre me llevaba subido a sus hombros con cara de pasmo). Canciones de San Fermín (...Pamplona seis de julio,...), jotas en la puerta del Gaucho. Las mulillas, los gigantes y cabezudos, el desaparecido Riau Riau, la procesión, la salida de las peñas, los fuegos en casa de Josemari, la comida del 7 en Sorauren, el día que se corre el encierro, el toro al lado, los estiramientos y tonterías nerviosas antes de correr, las dianas después de una noche en vela, el desayuno después del encierro, los pacharanes en el Milton con sandrita.
Siempre lo mismo, siempre la misma ilusión, nunca las mismas ganas. VIVA SAN FERMÍN

1 comentario:

  1. me encanta este post charlie blues... qué bonita es la tradición cuando se vive así...
    B.

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