jueves, 24 de junio de 2010

Público lo hace en privado


Cuando el Chicago Tribune dio por vencedor a Dewey en las elecciones presidenciales en las que acabó ganando Truman dio un mensaje a sus lectores que no por ser de sentido común está exento de fuerza: "A veces ser el último en informar es mejor que estar equivocado" Parece obvio que la premura, con ser uno de los grandes condicionantes del periodismo, no lo es todo. Hay una responsabilidad muy seria, pilar del periodismo, que es la de ser veraces. En un momento en que la profesión periodística está tan devaluada, principalmente por los sesgos ideológicos de los medios de comunicación, se le propinan lanzadas que no ayudan a dignificar ni a recuperar el prestigio de la profesión.


Ayer vivimos uno de esos momentos en los que la celeridad se impuso a la buena praxis periodística. El diario Público, al alimón con otras grandes cabeceras como La Vanguardia, daba noticia al mediodía de la colocación de cuatro bombas en Valencia por parte de ETA. Conforme la mañana iba pasando se informó de la explosión de uno de ellas. El estupor era increíble no sólo por la sinrazón de estos actos sino por el hecho de que las grandes cabeceras (El País, El Mundo y ABC) no informaban de tan grave suceso. La explosión de una bomba y la colocación de otras cuatro cumplía con todas las características de “noticiabilidad” que se enseñan en las escuelas de periodismo en España…y las que manda el sentido común. Público parecía haber ganado una seria batalla, pero el silencio de los “tres grandes” generaba cierta desconfianza. Otros medios tampoco se pronunciaban en el momento.

A la noticia segura de la explosión de la bomba le sucedieron otras en las que se omitía el dato o, en cualquier cosa, se señalaba que las fuentes oficiales habían errado. Público se había equivocado. Quizá nadie como el periodista sabe la necesidad de contrastar las informaciones y la necesidad de cautela en la elaboración de las noticias, máxime si se trata de temas tan sensibles como el terrorismo. El hecho es que, basándose en fuentes oficiales según Público, se había informado sobre unos hechos sin haberlos contrastado, por ese condicionante de simultaneidad que impone el periodismo digital.

Las reacciones no tardaron en llegar por parte de los lectores। Cuando otros medios, más cautos, informaron de la falsa alarma el crédito de Público en la red quedaba por los suelos. Un grupo de internautas indignado con la actitud del periódico “asaetó” el perfil de Facebook del periódico exigiendo rectificaciones que no llegaban y que generaba enconadas discusiones entre aquellos que defendían la actuación de Público y aquellos que exigían la retractación. Vamos, la pesadilla de todo gestor de Social Media de una empresa. Finalmente, la presión de este grupo de tecnodisidentes forzó una más que discutible excusa de la cabecera que se excusaba en error de las fuentes pese a su histórica fiabilidad sin hacer mención al hecho de que la información, sin contrastar, se dio como hecho seguro.


En esto del periodismo basta con mentir, o informar falsamente, una vez para perder el crédito profesional. Lo de ayer en Público es un ejemplo de mala praxis profesional. No siempre ser el primero quiere decir ser mejor periodista. Gracias a Dios, la bidireccionalidad de los medios 2.0 permite que un grupo de usuarios pueda fiscalizar la actividad del periodista. Se abren grietas en la cota de malla protectora con la que cuenta el periodista. Por desgracia, la rectificación de Público fue “por lo bajini” y sólo a aquellos que con insistencia habían pedido la verdad pero que nadie acuda a sus páginas en busca de una retractación.

Decía Alaine Touraine:


“Los medios no tienen que rendir cuentas de sus actos a los ciudadanos। Influyen sobre la política por encima de ellos o a través de ellos. De ahí surge la paradoja para la democracia: si tratamos de controlar los medios, acabaremos con la democracia; pero si no lo hacemos, acabarán con ella los medios”


¿Pueden los medios virtuales acabar con esta paradoja basada en la incomunicación? ¿Pueden todos esos tecnodisidentes informativos controlar la veracidad y la mala praxis profesional en la elaboración de las noticias? Al menos han conseguido una retractación, aunque Público lo haga en privado… y que en gran parte se pliegue al castizo “Sostenella y no enmendalla.



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