viernes, 12 de marzo de 2010

Miguel Delibes o lo que España pierde


Ayer era un día triste, hoy no lo es menos. La tristeza de ambos días lleva el olor de la muerte y del recuerdo. Ayer se celebraba el aniversario del 11-M y todos recordábamos a las 192 personas que fallecieron en, quizá, el peor día de la historia de España. Hoy nos hemos despertado con el sabor a muerte todavía en la comisura de los labios, Miguel Delibes ha muerto. Y todos volvemos a recordar, no es un recuerdo idéntico pero ambos tienen el sentido de que algo se ha perdido para siempre. Al menos en el caso de don Miguel nos queda su obra y su ejemplo de literato perenne en sus miles de páginas.

Comentaba un buen blogger esta mañana el silencio que la muerte de Delibes ha generado en las redes sociales, fiel indicador del impacto de una noticia. El tono de su nota era pesimista y, hasta cierto punto, reivindicativo. Pero coincide en el fondo con las palabras que hace poco se leían en El Cultural en una entrevista a Arturo Pérez Reverte. Se decía en ésta que España es un país inculto, muy inculto, orgulloso de ser inculto. España es un país culturalmente impotente en el que todo aquel que sobresalga es cercenado como salvaguarda de la mediocridad nacional y como garante de la prolongación de la lucha ideológica (que no cultural) cainita. Es cierto, que Benito Pérez Galdós nos mostraba en sus novelas la verdad de España. La pillería, la soberbia, la rebelión frente a lo excelente…y la incultura. Desde luego, no se trata de tratar de idealizar España sino tratar de mejorarla, tratar de hacer de ella un país más habitable y, en este sentido, la cultura es una gran piedra angular que, hace tiempo, hemos desechado. A este respecto España vive en una complicada situación debido a esa aversión a la excelencia, esa voluntad de degollar todo lo sobresaliente y la medianía hecha ley. Poca viabilidad de vitalidad cultural existe en un país estigmatizado por el la fiebre de la envidia igualitaria convertida según algún intelectual en el principal defecto nacional.

No es pura casualidad que sea en España donde haya nacido uno de los más bellos cánticos a la elevación de la mediocridad por medio de la exaltación de la minoría cultural. La rebelión de las masas orteguiana es una apología de la excelencia sobre la mediocridad dictatorial del hombre masa, que no se acomoda con su futilidad sino que pretende convertirla en regla.

Y ahora se va uno de esos que no quisieron erigirse en aristócrata sino que quiso aristocratizar lo populachero. España pierde a uno de los gerifaltes literarios. Uno de los escaños de la República española de las letras queda hoy vacante. El silencio con que hoy la gran mayoría de España despide a uno de sus mejores hijos no es sino la crónica de una enfermedad hace ya tiempo anunciada. Al menos nos quedara el recuerdo, la muerte y el dolor por esta España descastada e iletrada. Gracias don Miguel.

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