Está podría ser una tranquila tarde de viernes como cualquier otra. Pero ahí tenéis el ruido que se ha producido en las redes sociales y en los diarios sobre las elecciones británicas. Algo he contribuido yo a alterar la paz de esta tarde al haber twiteado el escrutinio y los dimes y diretes que se han producido este mediodía (carlosgoni en Twitter). Los resultados están ya claros y los pactos para gobernar también parecen estarlo una vez que Nick Clegg ha dejado entrever su preferencia por los Conservadores. Y eso que el primer movimiento de fichas lo hacía Brown con un lastimoso discurso en que se ponía a los pies de Clegg mientras con la otra mano trataba de contactar con el resto de partidos representados (necesita la unión de todos menos los Conservadores para ganar. A esta coalición imposible con Brown y Clegg como grandes peces gordos se le ha titulado durante la tarde como el “loosers deal” por considerarlo un pacto entre los dos grandes perdedores.
Sin embargo, en estas elecciones todos han perdido. Hace unos meses la distancia entre Laboristas y Conservadores era abismal. La victoria con mayoría absoluta parecía hecho. Sin embargo, algo ha pasado o algo se ha hecho mal por parte de los chicos de Cameron cuando se han dejado comer semejante distancia. Lo cierto es que, como mucha gente ha señalado, Cameron no ha resultado creíble y eso le ha restado la bandera del cambio político en Inglaterra (para los anales del patetismo político su entrevista sobre los homosexuales). Cameron ha ganado pero se ha convertido en el Pirro del siglo XXI.
La derrota de Brown no es menos clara. Está claro que Gordon ha partido desde una situación de desventaja total, la misma que permitía la ventaja de Cameron. Sin embargo, no es menos cierto que es él y su partido el que ha generado esta situación. Es el laborismo el que ha producido la sensación de que un cambio era necesario en la política británica. Gordon ha tenido algunas actuaciones pésimas en los medios, en los debates televisados se defendió bien pero llegó muy cansado al último round frente a sus más jóvenes y frescos adversarios. Es cierto que los debates han incidido muy relativamente en el voto pero eran ocasiones para que Brown limpiara su imagen. En estos cargó en exceso con el mensaje de pánico ante la llegada de los Conservadores acusándoles de querer suprimir los servicios, ha jugado la guerra del desgaste. Pero si en algún momento se ha visto que no es un personaje apto para llevar con mano firme al país ha sido hoy con su comparecencia lastimosa echándose en manos de Clegg, ofreciéndole una gran reforma electoral y mostrando un exceso de afán por aferrarse al 10 de Downing Street.
Pero si ha habido una sorpresa en la campaña esta ha sido la de Nick Clegg favorecido por su gran actuación en el primer debate televisado. Este debate, el primero televisado en la historia de UK, le permitió situarse incluso en la primera posición en las encuestas de intención de voto. Llegó a obtener un 49% pero en la pregunta se dejaba muy claro que el encuestado debía ignorar la “posibilidad” de Clegg, es decir, el hecho de pertenecer a un partido minoritario. La “cleggmania”, sin embargo, no se ha trasladado a las urnas en las que han perdido 5 escaños. Los LibDem, sin embargo, tienen la llave de la gobernabilidad. Eso sí, se enfrenta ante la peligrosa alternativa de apoyar al laborismo obteniendo un cambio en la ley electoral, que les ha dañado históricamente, pero dejando de lado al partido claramente ganador, lo que le puede desacreditar públicamente (la BBC recogía una encuesta en la que en torno al 70-80 % de los preguntados afirmaba que tenía que gobernar el partido más votado).
¿Cómo pretende formar gobierno Cameron? Desde el seno del conservatismo ya se está afirmando que un pacto ofrece posibilidades, pero también tiene sus límites. Puede hacerlo básicamente de dos maneras: o dejando entrar a los LibDem al gobierno con un pacto férreo o con un pacto tácito de entendimiento y pactos puntuales, es decir, manteniendo un gobierno en minoría. Que se dé el primer caso es complicado ya que por un lado Cameron ha dejado claro que hay temas innegociables (Europa e inmigración) pero sobre todo porque los LibDem tienen claro que un pacto de este tipo va a generarles un desgaste político que un partido de sus características (partido bisagra con dos tendencias internas cercanas a los dos grandes partidos) no podría soportar. En cambio, un pacto del segundo tipo puede generar una gran inestabilidad política y abocar a unas nuevas elecciones en breve.
Se han planteado muchas cosas en torno a la actividad política en este país durante las elecciones y, desde luego, parece que UK se encuentra, en alguna medida, en un punto de inflexión aunque lo cierto es que no se sabe muy bien hacia donde. Sin embargo, hay gente que lejos de ver esto como una crisis, ve algo diferente pero con un alcance limitado. Así Jonathan Powell, ex miembro del gabinete Blair.
“What it isn't is a political crisis. In most other European countries this happens after pretty much every election. It's only a crisis if you make it into a crisis. It's interesting, it's different, it's not what we're used to, but there's no reason why it should be a political crisis”
El tiempo dirá.
Acabo de descubrir este blog, no sé donde lo habías escondido antes. Ya tienes un lector más.
ResponderEliminarSuerte mañana con Derecho, te espero a las once y me cuentas. Un abrazo